Solo unos minutos antes de comprarme un pantalón y una camisa de lino, como es lógico, en ese inmenso Zara que han abierto en el edificio España, que está enfrente de esa foto, lleno de gente, subir por la Gran Vía, atravesar Callao, bajar por Preciados, continuar por Sol y Carretas y bajar toda Atocha. Y pasear un rato por varias salas del Reina Sofía y comer en el Pinocho de siempre, en la plaza Juan Goytisolo de mis viajes por Marruecos en busca de las virtudes del Simur, aquel pájaro solitario de Borges. El libro de Noam Chomsky se llama "Sobre la naturaleza y el lenguaje" (Cambridge University Press, 2003) y, en sus páginas, el mítico lingüista y filósofo resume sus ideas sobre la relación entre el lenguaje, la mente y el cerebro. El origen del libro se encuentra en sus charlas en la Universidad de Siena en 1999, dentro del monasterio del siglo XV de la Certosa de Pontignano, donde estuvo un mes debatiendo, apasionadamente, con los alumnos. Justo veinte años antes el lingüista había visitado la Scuola Normale Superiore de Pisa, y habló de Galileo, y en Siena volvió a hacerlo, y lo hizo una vez más para mí ayer por la mañana sentado en esa plaza. El lenguaje le sirvió a Galileo para atravesar el tiempo y el espacio, y eliminar todas las distancias, como sabemos Chomsky y yo.
Ah, y como era la fiesta de Madrid estuve escuchando allí sentado un fandango de Scarlatti, como si me encontrara en el siglo XVIII, en la corte de Felipe V y al servicio de María Bárbara de Braganza, tocando el clave, que ya sabemos que es la llave del conocimiento:
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