jueves, 26 de mayo de 2022

"Vivir la vida sin GPS".

Siempre me he tomado esta vida como si fuera una película y yo un actor como Humphrey Bogart en "Casablanca", Tyrone Power en "El filo de la navaja", Fred Astaire en "Una cara con ángel", Clark Gable en "Lo que el viento se llevó" o Marlon Brando y Al Pacino, a la vez, en "El padrino". Es algo parecido a lo que me sucede con las clases que doy, los viajes que hago y las páginas que escribo. Nunca sé lo que va a ocurrir en la siguiente página del guion, y eso convierte la vida en algo divertido y apetecible. Y es lo que volvió a ocurrirme el domingo pasado cuando me acerqué a Cubas de la Sagra para ver la escultura de la santa viva Juana de la Cruz, al sur de la provincia de Madrid (estoy delante de ella en la primera foto). Me equivoqué de salida en la carretera y acabé en Griñón. Como no tengo GPS en el coche, siempre pregunto a la gente que me encuentro por ahí. Es una manera como otra cualquiera de entablar conversación, lo que aprendí de José Luis Sampedro, que nos dijo una vez en la tertulia que se sentaba en los cafés y fingía que escribía y arrimaba la oreja para escuchar a la gente y sacar ideas para sus novelas. El caso es que estuve dando vueltas una hora y, cuando llegué al Monasterio, las monjitas ya lo habían cerrado y me fui a comer. En el pueblo hay un restaurante que se llama la Casavieja, típico castellano, y en su interior no me encontré a la santa, sino al mito de Audrey Hepburn (cuarta fotografía), y me puse a bailar con ella mientras le contaba un cuento que publiqué en la revista Tarántula y que no he incluido en los dos libros que me han editado con ese formato. A lo mejor lo hago en el que publique el año que viene.
 
Este es el cuento y el baile que bailé con ella haciéndome pasar por Fred Astaire:
 

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