miércoles, 18 de mayo de 2022

"Las arrugas en la frente".

La tertulia del Café Gijón de ayer con Ana Contreras fue tan intensa, hablando de misticismo y espiritualidad, que, como me tengo que ir en seguida a cotizar a la Seguridad Social, ya escribiré sobre ella en otro momento. Aun así voy a contar otra cosa mientras me tomo un café y me arreglo como Dios manda, es decir, me afeito, me peino, me pinto, me visto, etc.
 
El otro día me encontré dos veces por la calle, en cuestión de dos o tres horas, con una amiga de esta red social que además es vecina de la misma calle, y nosotros sin enterarnos. Sabía que es profesora y psicoanalista. Después de la sorpresa inicial nos pusimos a hablar unos minutos sobre la importancia de su trabajo. Yo le comenté que la tiene, pero que nunca pagaría para que me psicoanalizaran, y ella dijo que es necesario hacerlo (espero que no se enfade si lee esto, porque nos reímos de lo lindo). Al despedirnos, por segunda vez, le dije que más de uno (o de una) pagaría por verme y escucharme a mí, y solté una carcajada o dos. Y, en ese momento, se me pusieron arrugas horizontales en la frente, y recordé que mi padre solía decir que a la gente feliz se le ponen arrugas horizontales en la frente si se ríe, y es optimista, positiva, divertida y generosa.
 
Luego me senté en un banco de la calle y me puse a hablar con mi pierna (y eso que la rodilla no está curada del todo) y a escuchar con los cascos una deliciosa canción de Cole Porter con la voz de Robbie Williams. 
 
Y la pierna me dio la razón y me dijo que el que no es encantador es porque no quiere, jeje:
 

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