Ayer fue fiesta en Madrid, y me pasé la mañana callejeando, yendo de librería en librería, como le sucedió a Ulises camino de Ítaca, de isla en isla. Al lado del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Plaza Mayor existe una pequeña librería en la que siempre me detengo si paseo por allí, "La librería de mujeres". Un poco más abajo eché un vistazo a los escaparates de las librerías Méndez y Mistral. Después me detuve un rato delante de la Central, detrás de un señor con un enorme bigote que no dejaba de fumar. No recuerdo dónde saqué esta fotografía. Lo que ahora veo, mientras me tomo el primer café de la mañana, es la historia de la familia Ramsay, de Virginia Wolf, y su día de fiesta camino de "Al faro", una de las novelas que más he releído. También veo un libro que es una mezcla de arte, literatura y buenas intenciones.
Después de comer tuve que refugiarme en una cafetería porque la tormenta se había apoderado del cielo de la ciudad.
Stefan Bollmann (Düsseldof, 1958), estudió filología, teatro, historia y filosofía antes de dedicarse a la literatura. Se ha especiazado en Thomas Mann y además de escritor también es editor. En España lo conocimos con "Las mujeres que leen son peligrosas", un libro con unas 130 ilustraciones de cuadros (algunas fotografías) de mujeres leyendo, de todas las edades y clases sociales, como la mismísima Marilyn Monroe leyendo a Joyce (de ella se cuenta su obsesión por terminar "El cuarteto de Alejandría" de Lawrence Durrell durante su matrimonio con el escritor Arthur Miller). El catálogo de ese libro de Bollman se refiere a la lectura en Occidente y su desarrollo desde el siglo XVIII cuando los libros se democratizaron. Se piensa que hacia 1770 el 17% de las mujeres leía y pasó a 20% en 1800. Los primeros registros que se tienen de reuniones literarias para ellas, de lectura íntima en una habitación o un dormitorio datan del siglo XVII en las casas parisinas. En esta época, aunque de forma reducida y elitista, las mujeres comenzaron a tener protagonismo y una voz propia en la literatura. Desde allí el libro se convirtió en un acompañante para su independencia, donde la mente es libre y tanto los padres como los maridos son ajenos a la distintas vidas y experiencias ofrecidas por la lectura.
Durante la romántica tormenta de ayer por la tarde me fui hasta el centro de México gracias a Youtube, a la biblioteca de Oaxaca en la que unas cuantas mujeres lectoras quisieron representar y evocar los gestos, escenarios y formas de algunas de las pinturas de este libro:
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