jueves, 12 de mayo de 2022

"Aquella mítica conversación entre Borges y Rulfo que une las dos últimas tertulias del Café Gijón".

Se dice que se produjo en 1973 cuando Borges visitó la ciudad de México. Le habían preparado muchos actos protocolarios, incluso con el presidente de Gobierno, pero Borges solo quería encontrarse con el autor de "Pedro Páramo". Hace dos semanas dedicamos la tertulia a la obra de Rulfo y este martes a las lecturas dramatizadas con la actriz María Rodríguez Velasco. Pues bien, Francisca Arias me pidió antes de la tertulia que leyéramos entre los dos el diálogo del encuentro entre Rulfo y Borges; ella haría de Rulfo desde Sevilla y yo de Borges desde Madrid. Y luego me envió el texto por Wasap. Llegado el momento, no funcionó el micrófono de su ordenador y lo leí yo solo.
 
"Rulfo: Maestro, soy yo, Rulfo. Que bueno que ya llegó. Usted sabe como lo estimamos y lo admiramos.
 
Borges: Finalmente, Rulfo. Ya no puedo ver un país, pero lo puedo escuchar. Y escucho tanta amabilidad. Ya había olvidado la verdadera dimensión de esta gran costumbre. Pero no me llame Borges y menos «maestro», dígame Jorge Luis.
 
Rulfo: Qué amable. Usted dígame entonces Juan.
 
Borges: Le voy a ser sincero. Me gusta más Juan que Jorge Luis, con sus cuatro letras tan breves y tan definitivas. La brevedad ha sido siempre una de mis predilecciones.
 
Rulfo: No, eso sí que no. Juan cualquiera, pero Jorge Luis, sólo Borges.
 
Borges: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?
 
Rulfo: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.
 
Borges: Entonces no le ha ido tan mal.
 
Rulfo: ¿Cómo así?
 
Borges: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales.
 
Rulfo: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.
 
Borges: Le voy a confiar un secreto. Mi abuelo, el general, decía que no se llamaba Borges, que su nombre verdadero era otro, secreto. Sospechoso que se llamaba Pedro Páramo. Yo entonces soy una reedición de lo que usted escribió sobre los de Comala.
 
Rulfo: Así ya me puedo morir en serio".
 
Acabo el café y me viene a la cabeza un tango de Piazzola grabado 11 años después de esta conversación. Es sobre el recuerdo del padre:
 

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