domingo, 15 de enero de 2023

"El barrio".

El otro día paseaba tranquilamente pisando las hojas cuando alcé la vista y observé que unas niñas del Colegio Madres Concepcionistas Princesa donde mi hijo realizó las prácticas de Maestro cantaban un villancico. Detuve mi camino, saqué el móvil e hice un video de un minuto. Detrás de mí está el Palacio de Liria, de la duquesa de Alba (hace tiempo di clase a uno de sus nietos, un muchacho muy majo y muy alto), a mi izquierda la escultura dedicada a Pardo Bazán, ya que tenía su palacio en esta calle Princesa (un poco más arriba vivió Galdós, el gran amor de su vida) y bajando unos metros la Plaza de España y la Gran Vía. En apenas unos instantes nos da tiempo a ver el mundo: coches, furgonetas, autobuses, taxis, bicicletas, asfalto, semáforos, árboles, hierba y hojas caídas y cielo, el cielo de Madrid. Es mi vida y la vida de los demás, esa que observo con curiosidad desde que tengo uso de razón y constituye la materia prima de mis textos, tanto literarios como científicos, una vida en la que me gusta que los niños canten y sonrían, los niños a los que cuento historias cuando se hacen mayores y se sientan conmigo en la Universidad para seguir encontrándomelos luego por la calle. Y nos paramos un instante, en medio del arcén, en una esquina. ¿Te acuerdas de mí, Justo?, me preguntó hace poco uno de ellos bajándose de la moto y quitándose el casco. El mes pasado te escribí por Linkedln, dijo otro con una sonrisa y una barba de varios días. ¿Sabes que te sigo por Instagram?, me dijeron otras dos chicas el otro día después de un examen.
 
El mundo es hermoso y una niña sensible toca a Chopin:
 

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