Este 2019 se han cumplido 50 años
desde que se estrenó una película que cuestionaba el clásico "sueño
americano", y hablaba de homosexualidad y prostitución masculina sin
tapujos, pero sobre todo hablaba de perdedores. La dirigió el inglés
John Schlesinger, la rodó en las calles de Nueva York, lo que era poco
habitual entonces, y no tuvo problemas con la censura, salvo para los
reaccionarios habituales de todas las épocas. Tengo la sensación de que
50 años después esos reaccionarios han
reaparecido en todos los estratos de la sociedad. Me refiero a la ola de
conservadurismo que recorre el mundo, como podría decir el bueno de
Marx, aquel burgués que apenas salió de la biblioteca de su barrio de
Londres mientras escribía unos libros que casi nadie ha leído, y que
está alumbrando un mundo de ganadores y perdedores, donde solo cuenta el
éxito. La quise ver anoche antes de que se acabara 2019. Como suelo
contar a mis alumnos, aquel fue el momento del mayo del 68, la primavera
de Praga, la matanza de los estudiantes de México, los disturbios de
Stonewall -que originaron el actual movimiento de liberación LGTB- o el
festival de Woodstock. Aquellos jóvenes protestaban contra la Guerra de
Vietnam, Dennis Hooper estaba a punto de estrenar su "Easy Rider", las
mujeres querían llevar minifalda y bikini, y por supuesto en España la
película no se estrenaría hasta unos años después. De la película me
continúa gustando su libertad creativa, y Dustin Hoffman, por supuesto,
que se había hecho famosísimo con "El graduado" solo dos años antes, una
historia que tiene muchas cosas en común con esta. John Voight es Joe
Buck, un apuesto y aniñado vaquero dispuesto a "comerse el mundo" con
sus aires narcisistas y de conquistador, y Dustin Hoffman es Rico Rizzo,
un tipo que está muy enfermo y sobrevive en los cuartuchos y en las
cloacas de la ciudad a la que Joe va a parar en busca del éxito. Los dos
constituirán una pareja que será las dos caras de la moneda de los
desheredados del "american way of life".
Y volví a encontrarme sus colores saturados, la atrevida utilización de
la cámara y la mítica banda sonora de una de las películas más tristes,
lúcidas y sintomáticas del Hollywood de finales de los 60, retrato de
una sociedad en cambio. Un fresco humanista que sigue dejando huella y
mostrando una cicatriz generacional. En aquella época yo estaba abriendo
los ojos y aún no era consciente de dónde me venía la luz. Años
después, cuando volví a escuchar esta canción, recordé la dirección de
esa luz:
https://www.youtube.com/watch?v=IQlmgmR4a4g
Feliz, libre y progresista Nochevieja, aunque pueda parecer un oxímoron.
https://www.youtube.com/watch?v=IQlmgmR4a4g
Feliz, libre y progresista Nochevieja, aunque pueda parecer un oxímoron.
Un genio llamado Justo Sotelo, al que tuve como profesor y al que puedo leer todos los días gracias a las nuevas tecnologías. Que no me faltes nunca, ese es mi deseo para el Nuevo Año.
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