viernes, 27 de diciembre de 2019

"El escritor".

Me gusta que me dediquen poemas, supongo que como a todo el mundo, y novelas y canciones, y que me envíen un ramo de flores en noviembre y en todos los meses del año. (No me hubiera importado que Cecilia me hubiera dedicado su "ramito de violetas"). También me gusta servir de inspiración, en este caso como novelista. El poema que he recogido al final del post me lo envió el día de Nochebuena la poeta tinerfeña Candelaria Villavicencio, mientras se imaginaba cómo podía estar yo escribiendo una novela. Ya he comentado alguna vez que Lali -que es como la llamamos sus amigos- es una de las mejores poetas que he conocido, y eso que aún no ha publicado ningún libro. Es su manera de mirar el mundo, esa intuición poética de los auténticos creadores, su introspección casi perpetua, esa fuerza irresistible de meterse en una biblioteca y no salir de allí hasta habérselo leído todo. En esa fotografía estoy con ella hace un tiempo tomando un cortado en la plaza de la Orotava, en el Norte de Tenerife. Y, por cierto, observo que en la mesa hay dos novelas, una mía, "Entrevías mon amour", y otra de Don DeLillo, "Submundo", una de las novelas mayores del pasado siglo XX. Leer a DeLillo es lo más cerca que he estado de Thomas Pynchon, es decir, de la mejor literatura del siglo XX.

Y ahora el poema de Candelaria:

"El escritor".

"Me dirás
-A tantas cosas inútiles-
Alguien que se asoma y te mira
Luego se mutila los ojos
-Anda a ciegas desde entonces-

Tocan tu pulso
Nada ocurre
La noche se suelta de las manos
Y se va al fondo
-Me encanta la oscuridad cuando amanece-

Me dan entonces el tacto de las palomas
Las voces grises de las nubes
Y todo se vuelve como antes

-Toma una palabra con su lengua-
Luego la escupe
Todo en llamas en su garganta
Yo decido lo que ha de pasar

Alguien te pone un nombre que no es el tuyo y se aleja
-Quizás sus ojos dejen de mirarte-".


(Como soy un caprichoso, romántico y sentimental, me tomo el primer café del día escuchando esta canción en mi parque preferido y mi estanque preferido, el del Palacio de Cristal: 

https://www.youtube.com/watch?v=8AtSHZTwehY)

1 comentario:

  1. Cuando el azul nos convirtió en transeúntes anónimos y no dio la alegría de lo cotidiano

    ResponderEliminar