Tomándome
ayer por la tarde una manzanilla con Clara Obligado, una de las
escritoras e intelectuales españolas (es argentina, pero lleva en España
casi toda la vida), más relevantes e influyentes del mundo literario de
este país. Llevábamos varios meses dando vueltas para quedar y tomarnos
un café, y no nos poníamos de acuerdo. Al final elegimos el mejor
sitio, la cafetería del Hotel Reina Victoria, en la Plaza Santa Ana. Ahí
situé la librería de mi novela "Las mentiras inexactas, donde se reúnen
todos los amigos bohemios que he conocido a lo largo de mi vida (como
el pintor Antonio Zaballos, que ha hecho las portadas de mis novelas),
así como las viudas de Borges, Alberti, Saramago y Sampedro. La novela
termina en un balcón de la penúltima planta del hotel, donde sale la
chica desnuda, cubierta solamente por una sábana, para mirar la plaza de
noche, y el chico la observa mientras escribe en su cabeza la que
podría ser una futura novela. Ahí mismo he dormido yo varias veces. Ya
sé que parece que mi vida siempre ha sido pura literatura, pero es que
es verdad.
Porque quedar
con Clara Obligado es continuar hablando de literatura. Por la mañana
había formado parte del jurado del Premio de Narrativa de El Ojo Crítico
de RNE, que fue a parar a manos de Irene Vallejo con "El infinito en un
junco". A su vez, la había entrevistado Susana Santaolalla para hablar
de su último libro, "La biblioteca de agua", del que hice una crítica en
mi blog hace un tiempo. Además el Taller Literario que dirige Clara es
el decano de los talleres de este país. Dicho eso, lo importante fue la
conversación que mantuvimos durante casi dos horas. Clara se quejó
"cariñosamente" de que yo no paré de hablar (lo que siempre me dicen mis
alumnos, y también en casa), pero ella también lo hizo, de los premios
literarios, de la literatura de calidad, del amor cortés y romántico, y
de Borges, su querido Borges. Esta vez no perdí el foulard, como me pasó
hace poco con el paraguas mientras charlaba en otro hotel con Florencia
del Campo, otra estupenda novelista argentina.
Como seguía lloviendo sobre Madrid, Clara me acompañó con su paraguas hasta la Puerta del Sol.
En fin, literatura.
Como seguía lloviendo sobre Madrid, Clara me acompañó con su paraguas hasta la Puerta del Sol.
En fin, literatura.
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