Conocí a esta tinerfeña en una tertulia en el café "Este Oeste" con su
actual marido, Javier de la Rosa, que nos presentó uno de sus libros.
Charo vino a Madrid con su querida hermana gemela (están en las fotos 2 y
3). Después continuamos hablando por este medio y volvimos a vernos en
una Feria del Libro en el Retiro. Como secretaria de la Cátedra Leopoldo
Panero, su tío, el pasado diciembre me invitó a dictar una conferencia
sobre Leopoldo María Panero en la Universidad de La Laguna. Allí
reforzamos nuestra amistad (en la cuarta foto estoy con mis amigos y
escritores tinerfeños Agustín E. Díaz-Pacheco, José Féliz Saenz-Marrero,
Javier de la Rosa y Chema Menéndez, este de adopción). El confinamiento
la cogió en Agaete, un pueblo del norte de Gran Canaria, y desde allí
me envió por Wasap, diariamente, fotografías de atardeceres y amaneceres
sobre el mar. Estas cosas son bellas y unen a las personas en épocas
tan extrañas como las de un confinamiento. Charo siguió escribiendo
comentarios cada vez más interesantes sobre mis textos y el mundillo
literario, como el de ayer, y creo que ha llegado el momento de
dedicarle un post:
"Es
maravilloso cómo cuentas tantas cosas y con tanta belleza y elegancia.
Me recuerda aquellos momentos inolvidables de mi infancia en el comedor
de la calle Ibiza 35 de mi tía Felicidad Blanc (en la quinta foto he
puesto la portada de un libro publicado por Bartleby sobre textos de
Leopoldo María en aquella calle de Madrid, al lado del Retiro). Mi tío
Leopoldo Panero había muerto en agosto del 62. Llegamos a vivir a Madrid
en septiembre, un mes después. Recuerdo a aquellos grandes poetas y
escritores departiendo en la casa de mis tíos. Era increíble lo bien que
hablaban. Mis primos Leopoldo María, Michi, mi gemela y yo escuchábamos
todo con atencion, ya que nos dejaban estar con ellos, al lado de
nuestra tía Felicidad y mi querida madre María Luisa Panero. Todos los
demás eran varones, pero ellas se integraban maravillosamente en aquel
ambiente. Ellos continuaron frecuentando el ya legendario comedor donde
se reunieron durante años como si mi tío viviera todavía. También se
reunian en la casa de mi tía Odila Panero en Ferraz 28, o en mi casa en
Vallehermoso 32. Y hablábamos con grandes literatos. Los más asiduos
eran Luis Rosales, Dámaso Alonso y Gerardo Diego (invité a la tertulia
del Café Gijón a su hija y a su sobrino, pero no han podido venir por
cuestiones de salud. Quien estuvo hace poco fue Javier Mendoza, hijastro
de Michi, un tipo majísimo). Mi padre sacaba su Whisky Chivas y mi
madre cocinaba tortillas de papas, como se dice en Canarias. Las
tertulias podían alargarse hasta la media noche, y los niños nos
sentábamos en la alfombra del salón y si subían de tono nos mandaban a
salir. ¡Vayan a jugar, aquí no estén, es para mayores! Y nos escondíamos
en el pasillo y escuchábamos todo."
En fin, una parte de la historia literaria de España.
En fin, una parte de la historia literaria de España.
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