Las imágenes más bellas en un
espejo cóncavo son absurdas. No obstante, la deformación deja de serlo
cuando está sujeta a una matemática perfecta. Desconozco si Valle-Inclán
estudió matemáticas en profundidad. Por lo que he estudiado, su Poética
se resume en "La lámpara maravillosa". El otro día lo mencioné en un
texto donde también aparecían Galdós y la figura de don Juan, y una
amiga de esta red social comentó (creo que podría escribir un post
cada día con los comentarios de las personas que me leen) que había
representado de joven el teatro de Valle-Inclán. Es abogada y se llama Mavi Vazquez de Lara.
Ayer me di una vuelta por el Callejón del Gato, que está al lado de la
Plaza Santa Ana, el escenario donde se desarrolla mi novela "Las
mentiras inexactas", y me hice unas fotografías delante de los
famosísimos espejos cóncavos y convexos que sirvieron a Valle-Inclán
para consolidar la técnica literaria del esperpento. Con ellos se
deforma la figura, al igual que ocurre con la vida o la literatura, algo
que Valle-Inclán expuso en la charla entre Max Estrella y don Latino en
"Luces de bohemia". He dado la vuelta a la foto con el espejo cóncavo
para que pueda verse mejor, ya que si no la figura sale boca abajo.
Valle-Inclán creó su propio personaje desde el más profundo conocimiento
de la técnica literaria, alejándose de la mediocridad y el
convencionalismo, y con una fuerza y una voluntad de ser frente a los
demás. Él no abandona nunca su estética vigilante, la continua exigencia
de dar a cada frase, a cada párrafo una intencionalidad artística.
Me observo en el espejo convexo, y me pregunto de qué manera me vería
Max Estrella a través de los ojos de Valle-Inclán. Luego me tomo un café
y me digo que voy a seguir estudiando matemáticas. Las utilizo mucho en
mis clases, pero sé que debo seguir profundizando en ellas para
entender la semántica de los espejos.
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