El escritor peruano Julio Ramón Ribeyro fue fiel a la gran literatura, escrita por los autores de los que aprendió y nunca dejó de leer, en busca de la calidad a la que siempre se llega a través del esfuerzo, la dedicación y el estudio (me refiero a Poe, Maupassant, Stendhal, Flaubert, Chéjov, Proust, Borges, Cervantes). Esto le ha supuesto ser uno de los mayores cuentistas del siglo pasado, siendo fiel a su sensibilidad artística en medio de un contexto que anunciaba cosas distintas. Escribió unos textos perdurables, resistentes a su tiempo y a cualquier época, lo que le convierte en un clásico. Toda su obra puede releerse sin que se te caiga de las manos, lo que me ocurre a menudo con tantos escritores, actuales y pasados. En sus páginas encuentro gran precisión, exactitud en la expresión, belleza, ironía, humor, sencillez y ternura. "Los gallinazos sin plumas" es uno de los ejemplos de lo que acabo de decir, un cuento que es pura literatura, con un valor literario intrínseco y lingüístico, sin olvidar los aspectos sociales. Contiene espléndidas figuras poéticas, como la metáfora del título o esa imagen de la hora celeste (las 6 de la mañana inicial que luego se va transformando), los símiles, las enumeraciones, los epítetos, las anáforas, las personificaciones. Es un ejemplo brillante de "espacialización del tiempo", algo que busco en las narraciones contemporáneas, como signo de buena literatura.
Ayer lo analizamos entre todos en la tertulia del Gijón. Desde una de mis alumnas, María Eugenia, con sus 19 años (no suelo invitar a mis alumnos a la tertulia, alrededor de 500 todos los años, pues tienen muchas cosas que estudiar y muchos exámenes), hasta Javier del Prado, pasando por Luisa Ballesteros, Almudena Mestre, María José Muñoz Spínola, María José Beltrán, Mariola Satorre, Francisca Arias, Mariwan Shall, Peter Redwhite, José Félix Sáenz Marrero, Miguel Ángel Yusta, Juan Tena y la escritora murciana Milagros López, que será nuestra invitada la semana que viene, con su última novela, de la que hablaré en otro momento. La tertulia comenzó con la música de guitarra de Chema Menéndez y su homenaje a Ribeyro a través de la música de Bach, el compositor favorito del escritor peruano, y el Preludio de la Suite 1 para cello:
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