miércoles, 9 de marzo de 2022

"Y la Filología se casó con el Arte en la tertulia del Café Gijón".

La tertulia literaria de ayer fue uno de esos caprichos que tengo de vez en cuando. Analizamos el cuadro de Botticelli "La Primavera", tanto desde el mito como desde la filología. Y terminamos hablando de la educación, pero esa es otra historia.

Para Sandro Botticelli el amor es un círculo que gira eternamente de bien en bien. Para los tertulianos de ayer por la tarde, la literatura, la pintura, el arte son el "Amor", son la razón y la pasión, el placer y la belleza. Con el cuadro de la Primavera de Botticelli nos enfrentamos tanto al amor profano y como al amor divino. Los neoplatónicos no consideraban una cosa sin la otra, y en esto veo el principal motivo de que las divinidades del amor Afrodita (Venus) y Eros (Cupido) se dediquen a cuidar del jardín de la eterna primavera. Y todo empieza y termina en Mercurio, el dios viajero, el "mensajero", que es el que dirige esta cíclica procesión del placer que se inicia cada primavera, con una obra encargada por Lorenzo di Pierfrancesco, que es primo de Lorenzo el Magnifico, y de la que ya se habla en 1499. Vasari la menciona en sus "Vidas de los más eminentes pintores, escultores y arquitectos" (1550) y la llama así, "La Primavera", algo que influirá en los posteriores historiadores del arte. En 1893 Aby Warburg, uno de los historiadores del arte florentino más importantes, publicó su revolucionario estudio sobre el cuadro. En su artículo "El nacimiento de Venus" y "La Primavera" asoció su significado a los "Fastos" de Ovidio, la "Eneida" de Virgilio y textos de Lucrecio y Poliziano. En su opinión, las figuras de la derecha son un fragmento de esos Fastos, cuando Céfiro abduce a la ninfa Cloris, que se convierte en Flora, lo que solo explica una parte de la imagen. Con relación a la "Eneida", las "Odas" de Horacio y los escritos de Lucrecio y Poliziano, vio en la pintura la representación del Jardín de Venus. De acuerdo a esta lectura, las figuras de izquierda a derecha son: Mercurio, Las Tres Gracias, Venus con Cupido, Flora, Cloris y Céfiro. La pintura supone el ámbito de Venus tal como lo describe Poliziano en su "Stanze per la Giostra".
 
"Ma fatta Amor la sua bella vendetta
Mossesi lieto pel negro aere a volo;
E ginne al regno di sua madre in fretta
Ov’è del picciol suo’ fratei lo stuolo
A regno ove ogni Grazia si diletta,
Ove Beltà di fiori al crin fra brolo,
Ove tutto lascivo drieto a Flora
Zefiro vola e la verde erba infiora.
 
Or canta meco un po’ del dolce regno,
Erato bella che ‘l nome hai d’amore…"
 
Ahí están las figuras de la pintura con la excepción de Mercurio. En el año 1945 Ernst Gombrich publicó un nuevo estudio y citó la carta enviada por Marcilio Ficino, el representante más famoso del círculo neoplatónico florentino, al joven Lorenzo, donde introdujo la figura de Venus como alegoría de la virtud. En 1998 Claudia Villa publicó su estudio sobre la iconografía en la pintura con hallazgos curiosos al relacionarla con un texto de la Antigüedad tardía (del siglo V d.C) de Martianus Capella, titulado "De nuptiis Philologiae et Mercurii" ("Sobre las bodas de Mercurio y Filología"). La Primavera sería así una metáfora de la Poesía. El texto de Capella, muy leído en la Edad Media y bien conocido en el XV en Florencia, contiene una alegoría de las "Siete Artes Liberales". El protagonista es Mercurio, uno de los satélites del Sol que busca una esposa. Pide ayuda a Apolo, que sugiere a la Filología y Botticelli la pone en el centro del cuadro, con sandalias de papiro que simbolizan la inmortalidad de la Filología a través de su matrimonio con Mercurio. Cercana a ella hay una mujer que arroja flores, la Retórica, y sus flores son figuras retóricas que adornan el discurso. Y vemos a los otros invitados a la boda: Céfiro, Flora y las Tres Gracias. A partir de ello el cuadro es una alegoría de la Poesía como un ejercicio de la razón y la belleza del discurso.
 
Ayer intervinieron casi todos los tertulianos, dijimos muchas cosas, nos llevamos la contraria en algunas, nos reímos y acabamos casi dos horas después de haber comenzado. Y hasta recité el poema en italiano de Poliziano y nuestras dos italianas me felicitaron, jeje. Reconozco que me gusta encontrarme historias de amor por todas partes, como me gustan el arte, la literatura y las matemáticas, y esta historia de amor de la filología me resulta deliciosa. 
 
Y me gusta irme a la Facultad bailando un vals sobre la primavera, porque, por más que se empeñen algunos, el mundo es y seguirá siendo precioso:
 

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