Todavía no me canso de rodearme de decenas de jóvenes cada día, de observar sus sonrisas, sus suspiros, sus deseos de vivir y mirar hacia adelante.
Ayer por la mañana me hice estas fotos con dos grupos de alumnos de la Pontificia de Comillas tras cantar entre todos el "cumpleaños feliz" y soplar las velas de una tarta que estaba muy rica. También se lo cantamos a un alumno y una alumna de cada clase. Después nos dio tiempo a "discutir" sobre la invasión de Ucrania. Una de las cosas que más me gustan, como profesor, es lanzar a mis alumnos preguntas, ideas y mi particular forma de ver el mundo, con el fin de observar sus reacciones. Con sus 20 años a cuestas (la mayoría nació en torno al año 2002) tienen opiniones interesantes, que no siempre comparto. Me gusta aprender de ellos, de lo que me dicen y piensan. No es preciso que estemos de acuerdo sobre las causas de esta invasión o la actitud geopolítica de Rusia, la UE o Estados Unidos. Lo importante en una Universidad, como en la propia vida, es respetar las ideas de los otros, a pesar de que no coincidan con las tuyas, les dije en cierto momento y todos me miraron con unos ojos como platos.
Hablando de música, me tomo el primer café del día escuchando uno de los conciertos más bellos que se han escrito, aunque no sé si todo el mundo estará de acuerdo con mis gustos. Lo compuso un ruso, toca el piano un pianista y director de orquesta argentino que se nacionalizó español, israelí y palestino, y el director de orquesta es un rumano genial que tuve la ocasión de ver de niño tocando en Madrid.
Y yo soy un simple ciudadano del mundo que está convencido de que algún día desaparecerán todas las fronteras, dije también a mis alumnos:
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