domingo, 6 de marzo de 2022

"Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera", pedía Dostoyevski a su familia desde su cárcel de Siberia.

Paseando ayer por los bulevares que van de Argüelles a Colón, me detuve frente a la librería Pasajes, en la plaza de Alonso Martínez, y leí unas palabras escritas en el cristal que pronunció Lorca en 1931 en la inauguración de la biblioteca de su Fuente Vaqueros (primera fotografía). "No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro". Seguí con mi paseo y me acordé de algunos alumnos que se pasaron a verme en septiembre a la Feria del Libro del Retiro para saludarme y llevarse mi "Poeta en Madrid" (están en la segunda foto que me hice el jueves pasado con ellos). 
 
El texto completo de Lorca es este: 
 
"No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social. Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros? ¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: "amor, amor", y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevski, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: "¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!" Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida".
 
Lorca y Dostoyevski pedían libros y más libros, algo que siempre he pedido yo. Y música y amor, contra la sinrazón, contra las guerras, contra la indiferencia y el olvido, como el de este poema de Lorca, de su "Poeta en Nueva York", con la voz de Silvia Pérez Cruz. Para que no se nos muera el alma:
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario