"Cuéntame otra vez la historia de "Amor y Psique", dijo ella con una mirada luminosa. La conoces de sobra, dijo él tras abrir la ventana y encender un cigarro. Lo único que quiero es que vuelvas a hacerme el amor como antes, sonrió ella envolviéndose en la sábana.
Algunos dicen que el alma de los amantes no es más que una imagen del alma universal, dijo él echando el humo por la nariz. Se giró y le pidió que se quitara la sábana. Ella le obedeció y lanzó la mirada lejos. No me mires así, se quejó entonces. Cuando me miras así es cuando me siento desnuda de verdad. Se levantó, se acercó a él y lo abrazó. ¿Crees que existen leyes para el amor?, dijo entonces sacando la cabeza por la ventana y sintiendo frío. Él aplastó la colilla contra el marco de madera de la ventana. Vas a originar un incendio como no tengas cuidado, rió ella. Y habrá dos llamas en vez de una, la cogió él en brazos y la llevó a la cama.
Ninguno apagó la lámpara de la alcoba".
("La llama doble", Cuentos de los otros, 2017, Barteby, p. 80).
(Hacía muchos viernes que no ponía uno de mis cuentos breves en esta red social, aunque este no forme parte de los "Cuentos de los viernes" (2015), que también publicó Bartleby. Tras leerlo me han venido a la cabeza el cuadro "Amor y Psique" (1638), de Anton van Dyck, que está en la Royal Collection de Londres, y una de las obras más conseguidas de Chaikovski, su fantasía sinfónica sobre los dos amantes, Paolo y Francesca, que inmortalizó Dante en el "Segundo Círculo" del infierno, un lugar perfecto para morir amando toda la eternidad, que es como me parece que hay que vivir después de morir:
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