viernes, 25 de marzo de 2022

"Si alguien nos recuerda al gran personaje de "El paciente inglés", ese es Justo".

Es una frase que escribió hace tiempo la escritora y música leonesa Marta Muñiz Rueda, tras conocernos personalmente en León en la presentación de mi libro "Cuentos de los viernes" en 2015 (ella está en primera fila en la tercera fotografía). Luego nos hicimos buenos amigos, le presenté una de sus novelas y ella me dedicó un poema. Hace tiempo que no nos vemos, aunque estuvo en la tertulia on line del Café Gijón del año pasado presentando un libro de relatos. Y el motivo de citarla esta mañana de viernes lluvioso en Madrid es que ayer, al mediodía, me envió un Wasap porque se acordaba de mí y deseaba compartir conmigo dos interpretaciones de la directora de orquesta mexicana Alondra de la Parra (además el marido de Marta es mexicano). Ella estaba escribiendo un artículo para un blog en el que participa, sobre las mujeres directoras, descubrió a Alondra y se dijo que a mí me gustaría escucharla (Alondra está en la segunda foto).

A lo largo de mi vida me han pintado retratos, compuesto canciones y escrito y dedicado poemas y novelas. Y me han regalado muchas flores, por supuesto (incluso tuve una vez un enamorado que no se conformaba con intentar conquistarme con flores y me regalaba los tiestos enteros). Aun así, el romanticismo del poema que me dedicó Marta me sigue pareciendo subyugante. 
 
"El paciente inglés". 
 
A Justo Sotelo. 
 
"Déjame que te hable de los vientos.
Gobiernan la apariencia de las cosas.
Existen muchos tipos,
Manipulan a dioses y demonios.
Hay vientos que enloquecen la cordura,
Los hay que levantan cortinas carmesí, sangre de polvo,
Arenas que derriban las fronteras
Que impusieron fantasmas invisibles.
Donde hubo un día agua
Hoy serpentean dunas
Pero nuestros ancestros dibujaron
(como tú lo haces hoy en tu libreta)
La libertad cristalina de un grupo de bañistas.
Te amé con la furia del simún
En medio de un desierto ciego y sordo.
Te seguí amando en las ciudades nuevas
Y te amaría en cada hotel o yacimiento que inmune y cómplice nos cobijase.
Caminé bajo el sol a la intemperie
Caminé como un mar enajenado,
Maté por ti a hombres inocentes,
Le vendí mi alma al enemigo
Y no pude salvarte de la muerte.
Te llevé fría y frágil en mis brazos,
Sin aliento ni llama que pudiera amortajar la ira y el deseo.
Ese amor que te sesgó la vida como un rayo que asiente y amenaza
Desdibujó el camino de los mapas
Y subsistió en un libro de Herodoto.
Sin ti ya no hay mañanas.
Sin ti la arena, el sol,
Son espejismos.
Pero prometo viajar siempre contigo.
Seamos polvo, cenizas, huesos rotos,
Corazones de vuelo interminable
Hasta llegar al Palacio de los Vientos.
Si existe algo capaz de vencer a la muerte
Es todo aquello que tu cuerpo y el mío
Crearon para decirle al mundo
Que dos amantes solos
Pueden justificar el universo". 
 
(c) Marta Muñiz Rueda.
 
Tras releerlo, me dan ganas de meterme directamente en la película de "El paciente inglés" (primera foto), con ese amor imposible entre los dos protagonistas, pero me voy a ir a clase escuchando una de las obras que me envió Marta (la otra fue el Danzón nº 2 de Arturo Márquez), dirigida por Alondra de la Parra, en un teatro de París, la bella "Huapango", del mexicano José Pablo Moncayo (1912-1958), la obra inspirada en los sones de Veracruz, tales como "El Siquisiri", "El Balajú" y "El Gavilancito":
 

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