"Justo, eres una caja de sorpresas. Cada día te superas. Además de ser escritor, guapo y atractivo, tienes una fuerza vital y creativa que despierta a un muerto. Esta adrenalina tuya la comunicas a todos los que te leemos y se está convirtiendo en una droga. Empiezas a ser adictivo".
Es lo que escribió la psicóloga mallorquina Elena Gayan, que está a mi lado en esta fotografía de un 21 de julio, precisamente, pero del año pasado, durante una comida en el Café de Oriente, junto a las escritoras y también psicólogas Silvia Ramos y Almudena Mestre, y nos faltó la extremeña María Rodríguez Velasco para que estuvieran las cuatro psicólogas de la tertulia del Café Gijón. La verdad es que no sé si soy adictivo; en mi caso la única adicción que tengo es por la vida, y en ella resultan esenciales la música, la literatura, el cine, el arte y el amor. Las cuatro prepararon el curso pasado una tertulia literaria donde relacionaron la psicología con el hecho creativo, y en la divertida comida me psicoanalizaron entre copas de vino blanco. Freud, Jung y Lacan salieron a relucir en la conversación, así como todas mis represiones, mi papel como típico hombre "castrado", el "histerismo" de todo seductor y el papel que ocupa el "ello" en mi vida. Por supuesto desde un punto de vista científico, aunque sin dejar de reír.
Hablamos de muchas cosas porque son personas encantadoras e inteligentes, y Elena leyó un poema que cantaba Georges Brassens, "Les passantes", que ahora canta Francis Cabrel mientras me tomo el primer café de esta hermosa mañana de verano:
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