Una forma agradable de pasar una tarde calurosa de este verano en Madrid es irse a la ópera, pero en los cines Golem, como hice ayer, y ver la grabación en directo de "Norma", de Bellini, realizada en el Macerata Opera Festival del 2016. Norma se estrenó en La Scala de Milán en 1831.
Y otra vez el amor que todo lo puede.
Da igual que nos encontremos en el año 2022, en 2016, en 1831 o en el siglo I a.C., que es cuando transcurre la historia de Norma, la sacerdotisa druida que se enamora del gobernador romano Polión a pesar de sus votos de castidad y de que este mantenga sometido a su pueblo. Y tendrá dos hijos con él porque el amor vence cualquier obstáculo, incluso la posesión del poder y el dinero. El conflicto se inspira en una de las grandes tragedias de Eurípides, pero Norma, a diferencia de Medea, no sacrifica a sus hijos. Mientras veía la ópera pensé en la historia de amor entre Medea y Jasón que estudié en la asignatura de Tradición Clásica con el catedrático de Latín Vicente Cristóbal, del que me hice amigo y al que invité en varias ocasiones a mi tertulia. En concreto me refiero a las "Cartas de las heroínas", de Ovidio, o "Las heroidas" (otro día hablaré de ellas). Este romance origina que Norma trate por todos los medios en acallar la rebelión contra Roma, esperando la paz entre los dos pueblos y no perder a su amor. El problema surge cuando Polión se enamora de Adalgisa, otra de las sacerdotisas druidas. Norma, despechada, convence a los druidas para atacar Roma. Tras ello Polión ha de ser sacrificado a los dioses en honor a la victoria; aun así, él no quiere abandonar a su nuevo amor. Tal lealtad provoca que Norma se autoincumpla de traición. El amor renace en el corazón de Polión y ambos ascienden juntos a la hoguera.
Si como digo siempre lo que convierte en "buena o mala" una obra literaria es el lenguaje, lo mismo sucede con la música, en este caso con la ópera. Esta obra de Bellini es el bel canto "estricto sensu", la belleza, la melodía, la voz, y también el drama y la emoción. Aunque no me habría importado viajar hasta 1958 y escuchar a María Callas en "Casta Diva" en la ópera de París, y sentarme en las escaleras a esperar a Xavier, uno de mis mejores amigos franceses y personaje de mi novela "Vivir es ver pasar".
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