Juana Murillo Rubio es filóloga y doctora en literatura, profesora de Instituto y profesora asociada de la Universidad Complutense. Ha sido tertuliana del Café Gijón, y hace un tiempo me envió su primer libro de poemas, "Luz de pizarra", Editora Regional de Extremadura, 2021. Ha estudiado las obras de Amado Nervo, Guadalupe Nettel, Maielis González, Carmen Muñoz, Pureza Canela, así como editado las memorias de la escritora y editora Concha Lagos. La oscuridad de la "pizarra" extremeña se mezcla con la luz que Juana recibió en su niñez y adolescencia, y de ahí el título del libro. Aunque nació en Madrid en 1968 no olvida sus raíces extremeñas. Es un libro íntimo y cotidiano, que no busca tanto el tiempo perdido, sino comprender el "tiempo detenido". Juana vuelve a los lugares geográficos, a sus recuerdos, a sus propias lecturas. Son los recuerdos del agua, de los colores, de la ropa lavada, la costura, los olores, de las encinas y los alcornoques. Y siempre están presentes los versos de Juan Ramón Jiménez.
El primer poema del libro establece las coordenadas espaciales y temporales de los 38 poemas.
"Volver a tus paredes rotas
no es para mí un esfuerzo nuevo;
es ser en el lugar donde la luna nunca asomó nítida,
donde las estrellas gozaban
del desconocido privilegio de reinar
en el techo de ébano que disfrutábamos juntos.
Multitud de deseos lanzados al aire
iluminaban aquellas noches en que aprendíamos
a recoger el descanso merecido,
a reconocer el momento de la espera inevitable,
a preparar lienzos y cuerpos para la jornada por venir.
Volver a tus paredes rotas y a tu agua desbocada
no es para mí un obstáculo,
sino más bien el deseo de seguir reconociendo el tiempo que me forjó,
el que compuso anhelos, sueños,
mientras un ardiente sol moría
cada día añadiendo un color a su paleta.
Volver a tus paredes rotas
no es perfilar nuevos contornos,
sino querer sentir de nuevo la desazón de la sed de las tardes secas,
cuando las manos negras no arañaban ya los juncos
y las delgadas piernas no soportaban un juego más, una carrera más, una labor más.
Volver a tus paredes rotas
es mi viaje definitivo,
con todo el mar por delante corriendo mientras lavamos.
Es forjar la página de esta historia para siempre,
hasta que la memoria se encargue de volarla por los aires".
Juana sabe igual que yo lo que dijo Juan Ramón en el sentido de que "solo yo podía estar /entre las rosas finales". Y por eso sitúa esos dos versos al principio de su libro. Y eso me lleva a leer el poema completo, "Árboles hombres".
"Ayer tarde
volvía yo con las nubes
que entraban bajo rosales
(grande ternura redonda)
entre los troncos constantes.
La soledad era eterna
y el silencio inacabable.
Me detuve como un árbol
y oí hablar a los árboles.
El pájaro solo huía
de tan secreto paraje,
solo yo podía estar
entre las rosas finales.
Yo no quería volver
en mí, por miedo de darles
disgusto de árbol distinto
a los árboles iguales.
Los árboles se olvidaron
de mi forma de hombre errante,
y, con mi forma olvidada,
oía hablar a los árboles.
Me retardé hasta la estrella.
En vuelo de luz suave
fui saliéndome a la orilla,
con la luna ya en el aire.
Cuando yo ya me salía
vi a los árboles mirarme,
se daban cuenta de todo,
y me apenaba dejarles.
Y yo los oía hablar,
entre el nublado de nácares,
con blando rumor, de mí.
Y ¿cómo desengañarles?
¿Cómo decirles que no,
que yo era sólo el pasante,
que no me hablaran a mí?
No quería traicionarles.
Y ya muy tarde, muy tarde,
oí hablarme a los árboles.
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