lunes, 12 de septiembre de 2022

"A propósito de la muerte de Javier Marías o Los escritores nunca mueren".

Para mí los escritores son sus "libros", como los cineastas son sus películas o los pintores sus cuadros. Javier Marías, para mí, son sus novelas y más en concreto "Todas las almas" (1989), "Corazón tan blanco" (1992) y "Tu rostro mañana" (2009), las que he leído de él, con esa curiosa mezcla entre Juan Benet, Marcel Proust y Thomas Hardy. Le agradezco otro libro, aunque no sea suyo, la traducción de una de las mayores novelas de la literatura, el "Tristram Shandy" (1759 - 1767), de Laurence Sterne, y las de Thomas Hardy. En la infancia y la adolescencia (cuando se establece el futuro de cada persona) yo me encontraba por casa los libros de su padre, Julián Marías, uno de los grandes discípulos de Ortega, así que cuando me puse a leer los libros de este último, siempre me venía a la cabeza el nombre de Julián Marías, y me costó asimilar las novelas del hijo. Los artículos de Javier Marías no me han interesado y he prestado poca atención a su trabajo en la RAE, sus opiniones sobre los premios literarios, la manera de representar las obras de teatro en la actualidad y cosas por el estilo. Mientras me tomo el primer café de la mañana, y antes de irme a la Universidad, recuerdo que Marías y yo coincidimos más de una vez en un restaurante de Soria, que nos gusta mucho a los dos. Una de aquellas veces nos pusimos a hablar de literatura, y lo invité a mi tertulia literaria, pero por unas cosas o por otras no llegó a venir. 
 
Siempre me ha parecido un tipo "muy" inglés. Cuando anoche me enteré de su muerte, me vino Benjamin Britten a la cabeza, además a través de Purcell:
 

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