martes, 13 de septiembre de 2022

"Caminando por los pronombres".

Hacía tiempo que no dedicaba un "día entero" a pasear por Toledo, como cuando cogía el tren en Atocha siendo un adolescente y me creía Salvador Monsalud, el protagonista de la segunda serie de los "Episodios Nacionales" de Galdós, en compañía de Solita, la mujer que le esperaba aunque él no se fijara en ella hasta darse cuenta de su auténtico amor. De la estación de trenes a la Plaza de Zocodover a través del Puente de Alcántara sobre el Tajo. El Toledo visigodo, la ermita del Cristo de la Vega, que inmortalizó Zorrilla, y la catedral, San Juan de los Reyes y esas calles estrechas que casi se besaban como nos besábamos ella y yo en cada esquina a la luz de la noche. Un día encontré la escultura de Garcilaso de la Vega (segunda foto) y un verso de su III Égloga me llevó a "La voz a ti debida" de Pedro Salinas, para constatar que siempre he vivido en los pronombres porque mi vida es una continua historia de amor. 
 
"Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
 
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
 
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
 
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
"Yo te quiero, soy yo".
 
("La voz a ti debida", 1933).
 
El domingo pasado saqué una foto a una vieja tienda perdida en el tiempo (es la última que he compartido) y entonces pensé en la ópera de Donizetti:
 

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