viernes, 21 de enero de 2022

"El escritor Corpus Barga o cuánto dura la memoria".

Suele decirse que el recuerdo de las familias se pierde en la tercera generación. A los escritores y artistas en general quizá les ocurra lo mismo.
 
El otro día me subí al coche a ver si me despejaba un poco después de dar muchas clases seguidas y terminé en el Puente de Vallecas. En el coche no dejaba de sonar Chopin interpretado por uno de los grandes, Horowitz. Aunque circulaba por Madrid, mi mente se había ido en seguida a Valldemosa, a esa vez en que paseé por la Cartuja de tu mano, como un siglo antes lo habían hecho Frederic Chopin y George Sand, cuando ella escribió "Un invierno en Mallorca" (aquel libro de recuerdos que compré entonces) y él esta Mazurca, pura delicadeza:
 
Llegué hasta una pequeña plaza, detuve el coche, me bajé y saqué la foto. Una de mis pocas virtudes es la buena memoria, y por eso intenté recordar las cosas que había leído de joven de este escritor tan olvidado. Su novela "La vida rota" (luego se llamaría "Los galgos verdugos") aún tenía que andar por casa, me dije sentándome en el bordillo, como otros de sus "pasos contados", tan autobiográficos, unos ejercicios esenciales de la historiografía literaria de su época, escritos en castellano. Unos días antes había paseado por las salas del Reina Sofía pensando en los análisis historiográficos relativos al arte en las últimas décadas, y esa unión de la historia con la crítica, lo que me llevó a escribir un breve texto sobre este asunto. Sentado en aquel bordillo me sucedió algo parecido, en medio de una plaza perdida en Madrid, pensando en el escritor que ayudó a Machado a cruzar la frontera en 1939. 
 
Una plaza casi perdida en mi memoria.
 

 

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