Fue una de las experiencias más interesantes y enriquecedoras de mi vida como escritor. Estuve hablando dos horas con un grupo de mujeres con unos enormes deseos de vivir, y lo habían conseguido gracias, entre otras cosas, a la literatura.
Lo mencioné durante la última tertulia del Café Gijón, ya que Chema Menéndez, nuestro tertuliano del norte de Tenerife, se refirió a un libro basado en las experiencias de la autora con presos dentro de la cárcel.
El año 2012 la entonces novia de mi íntimo amigo Antonio Zaballos me sugirió durante una exposición de pintura de Antonio en la calle Goya de Madrid que si me apetecía que sus alumnas presas leyeran una de mis novelas. Ella era profesora de Educación Secundaria, y estaba destinada en esa cárcel (en estos lugares se dan cursos de literatura, arte, cocina, etc). Le dije que me parecía una buena idea. La administración de la cárcel compró bastantes ejemplares de mi novela "Entrevías mon amour", 2009, Bartleby Editores, y un viernes de primavera, después de clase, recuerdo que me fui a Salamanca, escuchando durante el camino este CD. Es una maravillosa música minimalista para una de mis películas favoritas, basada a su vez en una de las mejores novelas que he leído en mi vida, donde también se habla de cárceles, sobre todo interiores, que, a veces, son las peores:
Todas aquellas mujeres habían leído la novela. Me contaron muchas cosas personales (que lógicamente no voy a reproducir aquí), me hicieron muchas preguntas (entre otras si estaba casado o si tenía pareja) y, antes de irme, me regalaron un cuadro que habían hecho entre todas. Aquella noche dormí en Hervás, un pueblo con origen en el siglo XII, que pertenece a Cáceres y que tiene un barrio judío importante. Está muy cerca de Béjar y Antonio Zaballos me reservó la habitación del hotel. Cenamos en un restaurante especializado en gastronomía sefardí.
Creo que una parte de la felicidad depende de cómo pasamos "las horas" de cada día de nuestra vida.
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