miércoles, 26 de enero de 2022

El "Libro de las negaciones", de Javier Del Prado, presentado ayer por la tarde en la tertulia del Café GIjón.

Este libro emite un grito existencial desde la tensión y la distensión con la que suele escribir Javier todos sus libros. Es una obra escrita con una gran perfección técnica y formal, a partir de un conjunto de negaciones que dan pábulo a las afirmaciones por oposición y una estructura sinfónica con los cuatro movimientos canónicos. Y nos lo contó como siempre es él, apasionado, divertido, inteligente, locuaz y culto, sabiendo de lo que habla y de lo que escribe. En cuanto a la presentadora, María José Muñoz Spínola, su breve exposición fue técnicamente intachable, lo mismo que la intervención de Almudena Mestre, sus discípulas María Picazo y Lourdes Carriedo y su amiga Angels Santa Bañeres, y de los otros tertulianos.

Javier del Prado consigue lo que considero esencial en un escritor actual, la "espacialización del tiempo", que para mí es muestra de la calidad de una obra después de siglos de escritura, esa búsqueda de lo universal a partir de lo particular, no de lo autobiográfico. Sus herramientas son la poeticidad, la singularidad y la narratividad.
 
Estuve escuchando esta música mientras leía este libro que es una sinfonía:
 
Estos son dos poemas del libro:
 
PRIMER MOVIMIENTO
 
DE LAS SITUACIONES HEREDADAS
 
1
 
"¡Qué hacer cuando la noche ha perdido ya su enigma,
y en lugar de su oscura y honda melancolía de ausencias y deseos
brillan las luces cegadoras (un nuevo Sinaí)
de los escaparates
de las salas de fiesta,
con su enorme liturgia, sin recelos, de voces y silencios,
del salón de la casa,
donde el padre, cansado,
ajusta su sonrisa postiza, antes de celebrar con sus nietos la gran fiesta anual de cumpleaños!
 
La noche que soñara Mallarmé con su gran dedo alzado hacia la duda,
mientras gritaba, Igitur!, acariciando con el dorso de su mano el gran gato dormido del deseo,
y Elbehemon se paraba, incapaz de bajar más profundo, aspirando espirales,
agitando cencerros,
con su vela en la mano,
hacia la bodeguilla oscura del castillo, en la que sus antepasados había acumulado el elixir de los dioses en grandes botellones de vidrio esmerilado,
destilando conciencias, a fuerza de redomas y metáforas.
 
Se han roto los cristales de obsidiana
ni tan siquiera, ya, el dedo duda, sobre el dado, hundido en el cubilete pringoso, inane, del silencio nocturno de la espera;
sólo el oscuro saurio de aguaceros, ya negros, respira atenazado por las algas:
su ronquido
suena allende las islas, con orillas tan dulces como miga de pan.
 
Y, del fondo del mar,
cabalgando las dunas de un agua densa y honda, donde flota el petróleo de los vertidos industriales,
una turbia muchacha de pubis insolente (se ve en su desmesura el efecto procaz de tardes de gimnasio, día a día)
encubre con su aliento entrecortado
la inmensidad del alba que se anuncia entre sus ingles entornadas".
 
**********
 
SEGUNDO MOVIMIENTO
 
NEGANDO LA REVELACIÓN MARINA
 
1
 
"El mar no es Dios, ni morada de dioses
profundos, cenagosos,
deseos enfoscados en angustias.
 
Sólo es agua,
aunque inmenso en su abrazo y en su coito,
sólo es agua,
salada en su agudeza de noches sin sosiego.
 
Extiende su lamento por dulces arenales
o empeña su embestida dolorosa
por la noche brutal de los acantilados,
cuando el viento le priva de su aliento pomposo,
y lo lanza de bruces
contra el suelo que protege sus vides y mazorcas del cla-mor de la embestida.
 
En su fondo,
crecen las algas, rítmicas;
deambulan en silencio por el limbo de claros azotados por el viento submarino,
que sólo el sol de los difuntos ilumina;
y animales que huyen de la vida
hunden su ociosidad voraz por las grietas más finas, capaces de llegar al corazón de los abismos. 
 
En sus rocas,
nacen desnudos los bañistas
con cuerpos recamados por líquenes que crecen
al amparo de extrañas gestaciones;
y existen oquedades
donde las cañas brotan
con el vigor apretado y denso de los antiguos semilleros,
cuando el mundo era bosque,
a cuya sombra duermen
viejas cuyas axilas destilan luto y llanto
y susurros de focas de ardor yermo.
 
Y no;
el mar no es cántico;
no tiene la acompasada música del corazón al latir, entre dos gritos;
tampoco tiene el vuelo de la mano cuando acompaña una antífona que brota como fluye el viento del espíritu;
ni es el zapateado atroz del bailarín exhausto,
ni el trepidar desnudo de los pies del atleta.
 
Es rumor.
Es bramido.
Incluso cuando se alza en lo más leve de su espuma de vientos y de añiles.
no canta;
tan sólo rumorea
y, en ocasiones, brama".
 






 

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