Abro esta red social y lo primero que me encuentro es con este tipo sonriente. La verdad es que durante una fracción de segundo soy incapaz de reconocerlo. ¿A qué viene este señor que se ríe de esa forma detrás de las palmas de las manos? Esas manos no parecen acostumbradas al esfuerzo físico, me digo entre dientes, ni a limpiar la hojarasca de la vida. Tengo la sensación de que este caballero no debe engordar mucho; no se le cae demasiado el pelo ni le importa la ropa que lleva encima. Y seguro que tampoco lo que piensen los demás de sus ideas y de su comportamiento. A lo largo del instante al que me refiero, llego a entender que a este sujeto le importan un pito el poder, la fama, el dinero y los cotilleos (esa manía que tiene la gente de meterse en la vida de los demás, quizá porque no tienen vida propia o es muy aburrida).
Aun así, solo es una fracción de segundo y puedo estar equivocado, como es lógico, porque yo no soy ese señor. Yo soy 4 o 5 años más viejo, me han salido algunas canas y los trajes cada vez me quedan más estrechos.
Eso sí, únicamente uso las manos para acariciar, para escribir libros y para prepararme el primer café de esta bonita mañana, mientras escucho a Barbra Streisand en una de mis películas favoritas, que tanto me recuerda a "La fiera de mi niña", de Hakws, la reina de la "screwball comedy". Va por ti, Peter Bogdanovich, que nos dejaste el día de Reyes:
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