No sé porqué los lunes tienen tan mala prensa. Son el principio de una nueva semana y los principios siempre son divertidos, cuando empiezas a escribir una novela o se inicia un nuevo amor o decides hacerte un lifting porque ya estás harto de verte la nariz, las bolsas de los ojos y cosas así.
El caso es que ayer me fui a dar una vuelta por Ávila. Sonsoles, una ex alumna que es de la ciudad y que se llama como su patrona (me sigue por esta red social, aunque usa otro nombre), me comentó el otro día que el Museo del Prado reprodujo, junto a las murallas, sus famosos cuadros de Velázquez, Rubens, Durero, El Bosco, El Greco, Rembrandt, etc., así que me subí tan contento al coche, después de desayunar un café con churros, cogí la carretera de La Coruña (es la entrada más bonita a Madrid) y me fui hasta allá escuchando a la cantante Loreena McKennitt en un doble CD que me han traído los Reyes, donde se encuentra una joya de la que ya he hablado alguna vez.
"Ayer estuve buena parte del día mirando el mar -escribí- y leyendo al poeta inglés Alfred Tennyson en la edición y traducción del poeta de Melilla Antonio Rivero Taravillo, que es amigo de esta red social. Uno de los más hermosos y conocidos poemas de Tennyson habla de Camelot, el caballero Lancelot y una dama atrapada en una torre debido a una maldición, que imagina la vida desde allí dentro. Cierto día ve pasar a Lancelot y se enamora al instante de él. Y se empeña en conocerle y consigue vencer a la maldición, abandona la torre y sube a una barca, pero muere antes de llegar a Camelot. La historia fascinó a los prerrafaelitas y aún continúa fascinando a los artistas y escritores de todas las épocas porque realmente se refiere al acto creativo. Cualquier escritor necesita evadirse del mundo, encerrarse en su propia torre para escribir. Lo mismo ocurre con el pintor y los demás artistas. En algún momento aparece el "mundo" con la forma del "caballero Lancelot", pero ese mundo queda lejos, y la dama de Shalott no siempre llega a conocerlo.
Esta es la hermosísima versión de la canadiense Loreena McKennitt, con origen irlandés y escocés, y que no hace mucho estuvo en las noches del Jardín Botánico de la Complutense:
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