martes, 4 de enero de 2022

"Esa cosa llamada felicidad".

El otro día mencioné a Juani, la cuidadora de mi hijo de pequeño. En esta fotografía la abrazo, pasados muchos años, junto a otro amigo, Jose Antonio Cerrillo Viana, en la Feria del Libro de Fuenlabrada, la localidad donde ellos viven y a la que me acerqué a firmar mi novela "Entrevías mon amour". A pesar de contar con la ayuda de Juani, y como su madre tenía unos horarios complicados como profesora de Filología inglesa en un instituto, siempre que podía llevaba al niño al colegio, al cogerme de paso a la Ciudad Universitaria. Subíamos por la calle Guzmán el Bueno saltando, corriendo y cantando, como una hermosa canción de Pablo Sorozábal, pero cambiaba los adjetivos tan serios de la "tabernera" por otros más picantes y escatológicos, y mi hijo se caía de la risa con sus 6 o 7 años; acto seguido saltaba y chocaba en el aire los talones de los zapatos. El otro día me he enterado de que el padre de Alex, su mejor amigo, nos veía algunas mañanas corriendo y haciendo el tonto por la acera, algo bastante habitual en mí, aunque la gente piense que soy serio e intelectual. Los niños todavía no se conocían, y él salía de su casa en dirección a su Farmacia de Carabanchel y pensaba: "Mira, un padre y un hijo que son felices".
 
Pero mejor que lo diga Kraus o que lo cante. Si es que no puede ser, jeje:
 

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