Si Louis Armstrong puede comenzar este miércoles cantando para nosotros:
Entonces es que algunos conseguimos terminar el martes hablando de lo maravillosa que es la literatura, como ocurrió con la tertulia on line del Café Gijón que se desarrolla los martes desde hace muchos años según mis horarios en la Universidad. Luisa Máñez, Javier Del Prado Biezma y Mirta Amanda Barbonetti se refirieron a "El desierto de los tártaros" y a su autor, el italiano Dino Buzzati. A continuación María José Muñoz Spínola, Pepo Paz Saz y un poquito Emma Prieto hablaron de "Cómo guardar ceniza en el pecho" de la poeta vasca Miren Agur Meabe. Chema Menéndez se centró en este ensayo: "La especie fabuladora", de Nancy Houston, que escribió tras su visita a una cárcel, lo que yo aproveché para comentar mi paso también por la cárcel de Topas en Salamanca. En ese momento Francisca Arias Tovar se centró en mi ensayo sobre los mundos posibles de Haruki Murakami y en su entramado de teoría literaria, la mexicana Mariola Satorre a su paisana Guadalupe Nettel, nuestro Mariwan Shall a una poeta iraní de la que no recuerdo el nombre y nuestra catedrática Mercedes Juliá terminó hablándonos, desde Estados Unidos, de un escritor que me gusta mucho W. G. Sebald, que situé en la línea de exigencia con el lenguaje literario de Coetzee y Morrison.
En su tercera Crítica, la del juicio, Kant considera lo "estético" como un fin en sí mismo. La imaginación simbólica no puede basarse en el corto plazo ni en el mercado. Lev Vygotski ya habló de ello en "La imaginación y el arte de la infancia" (pensaba decir algo sobre esto, pero no me dio tiempo; tampoco a Peter Redwhite sobre Séneca, a Almudena Mestre sobre los relatos de Murakami y a Celia Cañadas sobre uno de sus poemas): "El hombre conquistará el futuro gracias a la imaginación creadora", algo que algunos defendemos desde lo espiritual en el arte, como Kandinski.
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