miércoles, 28 de diciembre de 2022

"Ava".

Ayer me paré delante de Chicote, una coctelería de la Gran Vía a la que iban para emborracharse Ernest Hemingway, Grace Kelly, Rita Hayworth, Frank Sinatra y Ava Gardner, o eso decían algunos, quizá porque el mundo nunca ha sido perfecto del todo, salvo el rostro de Ava. En cierta ocasión me dijiste que era un sueño recorrer conmigo en coche la Gran Vía mientras Sinatra cantaba "I'm a Fool to Want You". La historia de amor entre Ava y Frank estuvo llena de peleas y reconciliaciones, de infidelidades y celos, y acabó mal. Una vez dijo Oscar Wilde: "¡La felicidad, no! ¡Sobre todo nada de felicidad! ¡El placer! Hay que preferir siempre lo que sea más trágico". Katharine Hepburn, Ingrid Bergman o Bette Davis eran mejores actrices, pero la cámara la adoraba. Apenas tenía que decir nada, tan solo mirar a la cámara. Primero se casó con el actor Mickey Roonie, algo casi de puro marketing, después con el clarinetista Artie Shaw que se creía demasiado intelectual para ella, sin comprender que Ava era libre e inteligente, hasta el punto de beber y acostarse con quien le diera la gana. Tuvo decenas de amantes como Howard Hughes y Robert Mitchum, hasta casarse por tercera vez, ahora con Frank Sinatra. El sábado pasado, el día de Navidad, cumplió sus primeros 100 años de "inmortalidad", tras interpretar "Forajidos" (1946), "Venus era mujer" (1948), "Pandora y el holandés errante" (1951), "Las nieves del Kilimanjaro" (1952), "Mogambo" (1953), "La condesa descalza" (1954), "Cruce de destinos" (1956), "Fiesta" (1957), "La hora final" (1959) y "55 días en Pekín" (1963). 
 
Luego seguí mi camino por la Gran Vía pensando en Hemingway, en algunos toreros, en ese relato que le dedicó Robert Graves después de que ella lo visitara en Deiá, y en la cámara de Mankiewicz. Ya te dije que primero aprendí a leer y más tarde a vivir en una película, mientras tú me servías un cóctel al atardecer y Frank cantaba una canción en mi terraza de Madrid:
 

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